Obama agradece su re-elección

May 20, 2013

Barack Obama deja en claro qué significa "poner sal en la herida".

LA SEMANA Nacional de Apreciación a los Maestros, celebrada tradicionalmente la primera semana de mayo, pasó este año sin el reconocimiento presidencial. En cambio, la Casa Blanca emitió una declaración, durante dicha semana, en honor de la Semana Nacional de las Escuelas Chárter.

Así fue. Barack Obama, quien obtuvo el voto de millones de maestros y cuyo partido ha recibido cientos de millones de dólares de los sindicatos, incluyendo lo de los maestros, no sólo no pudo pronunciar unas palabras de agradecimiento a los maestros, sino que además se esmeró en celebrar una pieza fundamental en la agenda anti-docente de la deforma escolar iniciada por la administración Bush.

El lector habitual de SocialistWorker.org, ya sabe cómo los demócratas usan un tono populista cuando piden el voto de su base laboral y liberal, y qué tan distinto actúan cuando "el partido del pueblo" llega al poder. Pero Obama y los demócratas parecen casi ansiosos de seguir desencantando a sus partidarios.

President Obama on the campaign trail

Una de las maneras más fiables que los demócratas tienen para movilizar el voto es levantar el espectro de los republicanos deshaciendo el derecho de la mujer a optar por un aborto. Pero la urgente súplica en 2008 y 2012 para salir a votar por los derechos reproductivos de la mujer queda ahora en marcado contraste con la negligencia que el gobierno ha tenido en el asunto.

En abril, un juez federal revocó una regla de Obama que prohíbe a una mujer menor de 17 años obtener la píldora Plan B, "del día después", sin receta. Pero esta semana, la Casa Blanca apeló a los tribunales para mantener la restricción, argumentando –en una flagrante e indignante exhibición de desprecio a la mujer y sus derechos– que quería evitar "confundir" a mujeres que luego de tener acceso irrestricto al Plan B, lo perdieran más tarde si la administración fuera exitosa en su apelación.

Hay muchos más ejemplos. La voluntad de Obama y los demócratas a ceder ante los republicanos en un punto tras otro, pateando a su propia base en los dientes si es necesario, ha quedado particularmente clara esta primavera. Vale la pena señalar también que estos son los primeros meses de su segundo mandato, durante los cuales el presidente finalmente demostraría su verdadero espíritu progresista, según los comentaristas liberales que ayudaron a elegirlo.

De ninguna manera esto es una nueva mirada a la naturaleza del Partido Democrático. Pero es crucial recordar la lección que se deriva de ella –que cualquiera que quiera ver un cambio real no debe confiar en aliados en las altas esferas, sino en la fuerza colectiva de la lucha y la movilización– así como activistas aumentan su movilización por las urgentes cuestiones que enfrentamos hoy, desde el derechos de los inmigrantes, a la justicia ambiental, y mucho más.


LOS PARTIDOS Republicano y Democrático no son idénticos. Si así fuera, no habría ninguna razón para tener dos de ellos.

Por la mayor parte del tiempo, la mayoría de los demócratas está a la izquierda de la mayoría de los republicanos. Ésta es una de las razones de la eficacia demócrata en llevar a cabo un programa que sirve al estatus quo político y social. Ellos pueden ganar el voto y el apoyo político de masas populares a su izquierda, que temen la inclemencia de la derecha.

Pero en algunas ocasiones, no hay siquiera un centavo de diferencia entre demócratas y republicanos. Las escuelas chárter y la agenda corporativa de la deforma escolar son un buen ejemplo.

La manía de las pruebas estandarizadas, el uso de los maestros como chivos expiatorios y la invasión de los intereses privados en la educación pública entraron en vigor con George W. Bush y su ley Ningún Niño Dejado Atrás (No Child Left Behind). Pero Obama hizo suyo este plan y lo ha puesto a toda marcha. Su programa Carrera a la Cima pendió miles de millones de dólares frente a los gobiernos estatales, a cambio de la aprobación de leyes de "reforma" que atan la evaluación docentes al puntaje en las pruebas estandarizadas y abren el camino a más escuelas chárter, entre otras medidas.

Obama y su Secretario de Educación, Arne Duncan, lanzaban elogios a las escuelas chárter mucho antes de la Semana Nacional de Escuelas Chárter. El lenguaje de la proclamación de Obama es típico: "Estos laboratorios de aprendizaje permiten a los educadores la oportunidad de probar nuevos modelos y métodos que pueden fomentar la excelencia en el aula y preparar más de nuestros hijos para la universidad y las carreras".

Pero cada oración de esta afirmación se estrella contra la realidad. Las escuelas chárter preparan menos de nuestros hijos para nada en absoluto, porque los operadores privados que las dirigen con fondos públicos excluyen a los estudiantes que no deseen.

Por ejemplo, un estudio de 14 distritos escolares de Florida, en 2011, encontró que más del 86 por ciento de las escuelas chárter no tenía ni un solo estudiante con severa discapacidad, en comparación con más de la mitad de las escuelas públicas del distrito.

Esto es similar con estudiantes indigentes. Como la experta en educación Diane Ravitch informó en una audiencia de 2010, "la ciudad de Nueva York tiene 50.000 estudiantes sin hogar, pero sólo alrededor de 100 están matriculados en una escuela chárter. Si el número fuera proporcional, habría 1500 en las chárter, no 100".

En otras palabras, las escuelas chárter toman a los estudiantes que quieren, de preferencia los que no ofrecen desafíos, educacionales, sociales o financieros, y dejan al resto atrás, en un sistema aún más hambriento de recursos, debido a los subsidios que las escuelas chárter engullen.

Y aún así, las escuelas chárter no pueden demostrar que son mejores en educar a sus estudiantes. Por el contrario, un estudio realizado en 2009 por la Corporación RAND analizó las escuelas chárter en cinco grandes ciudades y tres estados, y encontró que en cada lugar, los alumnos de las escuelas chárter no califican mejor, en el mejor de los casos, y demostrablemente más pobre, en el peor.

Entonces ¿Por qué la alharaca y el celo por las escuelas chárter? Hay que seguir el dinero.

Podemos seguir el dinero en un sentido directo. Para 2010, más de un tercio de las escuelas chárter estaban en manos de empresas con fines de lucro, de acuerdo con la Alianza Nacional de Escuelas Públicas Chárter. La privatización de la educación pública está demostrando ser una bonanza aún mayor en otras áreas, por ejemplo, empresas como Rupert Murdoch News Corp. se pelean por tener en sus manos los miles de millones que se harán con las pruebas estandarizadas.

Pero también podemos seguir el dinero indirectamente. La cruzada de las escuelas chárter está dirigida a mermar la fuerza sindical de los docentes; de acuerdo con Diane Ravitch, 90 por ciento de las chárter no tienen sindicato. El proceso ha convertido en una forma para deshacerse de maestros sindicalizados, bien pagados, y veteranos, reemplazándolos con educadores que laboran en las condiciones descritas por un docente de Ohio en el sitio web de Ravitch:

He sido educador en Columbus, Ohio, desde que me gradué de la universidad. En mi octavo año, actualmente gano 34,000 dólares antes de impuestos en una escuela secundaria chárter. Puedo ser despedido en cualquier momento. No tengo ni tenencia, ni sindicato y ni recursos para enseñar... Mi familia necesita el dinero que gano, así que tengo que enseñar, pero yo sólo pido una escuela pública me dé la oportunidad.

Los maestros y trabajadores de la educación son uno de los últimos bastiones que queda del movimiento laboral; tres de cada 10 trabajadores sindicalizados son miembros de la Federación Americana de Maestros o de la Asociación Nacional de la Educación. Si estos sindicatos pierden poder resultará en la disminución del poder de toda la clase obrera, en beneficio de los patrones.

Además, está el ángulo ideológico. Las escuelas chárter son promovidas por libremercadistas, liberales y conservadores por igual, que afirman que el sector privado siempre hace un mejor trabajo que el despilfarro y la corrupción del inflado sector público.

De hecho, es abundantemente claro que el sector privado es un pozo negro de despilfarro, corrupción, y peor. Por eso es que las escuelas chárter tienen una vigorosa campaña de relaciones públicas, siempre tratando de ocultar tras las cortinas a quienes sacan provecho económico, con el presidente de los Estados Unidos sirviendo como porrista en jefe.


LOS REPUBLICANOS y sus voceros mediáticos, como Fox News, todavía prefieren retratar a los demócratas como los títeres del movimiento sindical, pero difícilmente alguien les cree ya.

El poder político del sindicalismo se ha ido reduciendo con el número de sus miembros durante décadas, mientras que la ventaja monetaria de la patronal en las elecciones se expande con cada ciclo.

Pero más determinante es el hecho de que el liderazgo del Partido Democrático se ha completamente moldeado a su rol de servidor de las corporaciones estadounidenses que ya ni siquiera se molesta con los viejos gestos simbólicos.

O en palabras del historiador Van Gosse: "El partido de centro de masas, traído a la luz hace 20 años por Bill Clinton, triangulando su camino en una versión "socialmente liberal" del neoliberalismo (o lo que solía ser "liberal republicanismo" en los días de Nelson Rockefeller y George Romney), ha sido llevado a buen término por los hábiles maquinadores chicagüenses de Barack Obama".

Por lo que no debiera ser una sorpresa que las políticas de la administración Obama sean dobladas y retorcidas de cualquier manera necesaria para servir los intereses de las corporaciones, a expensas de aquellos que son la principal base de apoyo de los demócratas.

Y al mismo tiempo que Obama y los demócratas agradecen a sus seguidores más devotos con traiciones e insultos, se ensañan ante la menor de las críticas por parte de su base.

En esto, la Casa Blanca de Obama es tan belicosa como las administraciones demócratas previas, tal vez más. Joe Biden dijo a aquel insatisfecho con el multibillonario rescate a Wall Street "dejar de quejarse", el propio Obama se burló de los críticos liberales de su ley de salud por "ver el vaso medio vacío", y el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs regañó contra la "izquierda profesional" que sólo "estará satisfecha cuando tengamos el sistema de la salud de Canadá y hayamos eliminado el Pentágono".

En marcado contraste con su timorata actitud frente a los republicanos, los demócratas guardan su verdadero veneno para cualquiera a su izquierda que se atreva a exigirles cumplir con las políticas y principios que dicen representar en época de elecciones.

No hay que gastar mucho tiempo en la Internet para encontrar una queja de un airado comentarista liberal sobre este comportamiento de dos caras, pero con demasiada frecuencia, incluso las voces más críticas aceptan que el único camino "realista" en un sistema bipartidista es tratar de influir sus "aliados" demócratas.

Pero, ¿es realista esperar que el pueblo obrero gane los oídos de un partido que está decidido a escuchar sólo a las demandas y exigencias de las corporaciones?

¿O es más realista contar, como las más importantes luchas en la historia siempre lo han hecho, en el poder de la movilización y la acción de las masas, desde abajo, para construir una alternativa política que rompa los límites del sistema político bipartidista?

Traducido por Orlando Sepúlveda

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